La gratuidad, un fierro candente
Matko Koljatic
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Matko Koljatic
Las últimas semanas hemos visto como “dichos” de ministros se han convertido en trending topics, encendiendo las redes sociales. Me ha llamado la atención, sin embargo, que el discurso inaugural del nuevo decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, José de Gregorio, no haya tenido la misma suerte. Por lo que reporta la prensa, el decano De Gregorio abordó los temas candentes del momento en las universidades, como las demandas de inclusión e igualdad de género, y se mostró crítico de la “gratuidad”. Pienso que es primera vez que una alta autoridad de la Universidad de Chile se refiere críticamente a esta legislación.
Dijo De Gregorio: “Las disposiciones sobre gratuidad han resultado en implementaciones que a veces son injustas e ineficientes”. Luego, agregó: “Me da la impresión de que se definió un objetivo general, pero sin pensar en la implementación y factibilidad. Pareciera que este objetivo se ha perseguido obsesivamente, sin detenerse a pensar en los costos y en sus consecuencias para las generaciones presentes y futuras de estudiantes.” Un duro diagnóstico que sorprende viniendo de quien no ha ocultado su apoyo al gobierno de Michelle Bachelet.
Es que, si hay una política pública que ha sido materia de sorpresas retóricas es justamente la gratuidad. Recordemos, por ejemplo, que, al volver de Nueva York para iniciar su segunda campaña presidencial, Michelle Bachelet dijo: “Yo puedo pagar la universidad de mi hija y sería injusto que el Estado me pagara”. No tardó mucho en cambiar de opinión y plantear la gratuidad como el eje de su campaña para la reelección. Más recientemente, en un reconocimiento a las realidades de la política –expresadas en las mayorías en el Congreso–, el Presidente Piñera nos ha sorprendido a todos diciendo que la gratuidad “llegó para quedarse”.
Los efectos negativos sobre la calidad a los que se refiere De Gregorio ya son un hecho en dos de las facultades emblemáticas del país. Ante la amenaza del congelamiento de las matrículas, Derecho en la UCH e Ingeniería Comercial en la UC aumentaron sus cupos de admisión al doble, improvisando las plantas docentes y la infraestructura para atender a este mayor número de alumnos. Las universidades, atrapadas en un dilema del prisionero, se aferran a la gratuidad, pero como quien toma un fierro candente. El lunes pasado, el Rector Ribera de la Universidad Autónoma, dijo: “Mantenemos la esperanza de que exista un real estudio de los costos de las carreras en universidades complejas”. Por cierto, esa esperanza es vana, ya que ningún estudio será capaz de establecer los costos de las cerca de quince mil carreras que se estima existen en la educación superior.
Lo concreto, sin embargo, más allá de los dichos, es que esta política pública debe ser revisada, en particular ahora que se discutirá en el Congreso el proyecto que busca reemplazar al CAE y al Fondo Solidario. Conciliar ambos regímenes de modo que se borren las “implementaciones injustas e ineficientes”, y mejorar la calidad, esos debieran ser los objetivos.